viernes, 19 de noviembre de 2010

El café siempre deja solaje

El empeño en lograr la perturbación ajena, episodios cuya razón de ser es evitar la indiferencia. Tú, vosotros; habéis sido capaces de turbar y dotar de un sin sentido amargo un existir que se cuestiona día a día.

No reconocer la vida como propia, no vinculaciones, vacío.

El poso de lo que se solía ser, la ilusión frente a la desdicha y una afectuosidad emancipada. Apesadumbrados huesos. Vil. La palabra como liberación, la psicosis y el miedo ante lo que altera lo lógico de algo que no tuvo lugar, lo lógico de la mentira, lo oculto y la falsedad. Los que arroyaron los restos de un pasado turbio.

Agradecimientos a los viperinos, con jugosas especulaciones surgidas de las tinieblas para, por suerte, aportar la sordidez de la risa más inverosímil y cruel. Dirigiéndose al dolor ajeno, sin pudor ni remordimientos. Atendiendo en sábanas de seda a la venganza. No del culpable, sino del débil, del mediocre.

Una aversión por cortesía del bastardo y de la madre que desciende los escalones hacia el matrimonio con la vulgaridad. Un periodo que demuestra la bajeza humana y la carencia de dignidad reproduciendo actos que fueron elegidos con total libertad. Confundir conceptos básicos. ¿Misma sangre? Sí, ambas son de color rojo.

martes, 19 de octubre de 2010

Censura radiofónica

Censores que se podrían calificar como despropósitos de la naturaleza. Esa es la esencia, entre otras, que a los que tuvimos la suerte de no vivir bajo la opresión de un régimen totalitario nos transmite los restos de algo que truncó más vidas de las que solucionó. Partiré con un razonamiento que responde al sentido común que el autor emplea como colofón: “Quienes tienen argumentos para defender aquello en lo que creen, no necesitan amordazar al oponente. Para eso existe el diálogo, la palabra, la razón”.

Resulta cómico como un movimiento tan capaz tenía que recurrir a “cerrar bocas” como el niño que ante la imposibilidad de defenderse con palabras, pega. Eliminar todo rastro de discrepancia ante los hechos, de opinión, de voluntad para ser diferente, de destacar. Sin ser conscientes de que a pesar de las circunstancias, el hombre tiene la capacidad de luchar empujado por la fuerza interior que crean unos ideales machacados, por lo que le hace ser distinto, por las almas que derramaron sangre por ser fieles a su razón, por no resignarse ante la vida que les tocó. Víctimas quizá de la pasión de los pocos años y del cansancio ante el miedo; héroes a los que nadie agradece lo que ahora disfrutamos. Las bocas fueron cosidas, pero no hubo lobotomías, las ideas permanecieron.

Una censura que roza el límite de lo absurdo y lo ridículo. Paradojas como obras literarias modificadas por hacer alusión a suicidios en un régimen que apoyaba la pena capital. Censuras contra obras que atacaban al decoro y la moralidad de un régimen confesional mientras las hijas de algunos abortaban en Europa. Censura a inocentes dedicatorias en canciones por el miedo de un atentado a un Gobierno que obtenía resultados plenamente satisfactorios en las elecciones municipales. La censura como instrumento para ahuyentar el miedo de la destrucción de la continua lotería que durante casi 40 años algunos vivieron.

Bajo esta circunstancia, se cría una radio que acata órdenes y se vende a cambio de subsistir con la esperanza de que un día, el sol salga y esta vez sea para todos. Las ideas se apoyen en las voces y salgan al exterior con la seguridad de que no serán castigados por ello. La radio, un ente que surgió y vivió entre las tinieblas brotará con todo su esplendor al final de la censura para seguir alimentando en el hombre de a pie la promesa de la libertad.

viernes, 8 de octubre de 2010

Publicidad

Gran parte de la publicidad con la que convivimos me resulta mediocre e incluso absurda. Partiendo de que la publicidad es en parte la carta de presentación de un producto, marca o empresa, no logro comprender por qué se empeñan en acercarse tanto a lo despreciable. Los medios económicos influyen en el resultado, es algo indiscutible. Pero bien teniendo un presupuesto austero o no, bajo el amparo de la sencillez se pueden hacer campañas elegantes y que no insulten a la inteligencia humana. La publicidad acerca al consumidor la primera impresión sobre el producto, una impresión que se tiene que “amar” y sobretodo que ha de conseguir que el público se identifique con ella. Se trata de vender una imagen, no de que los consumidores nos mofemos de ella.
En la actualidad he observado que un número notable de spots están protagonizados por niños. Criaturas que venden coches entre otros, con el objetivo de que los niños les vean y pretendan imitarles o simplemente pidan a sus padres ese vehículo. Un ejemplo es una campaña de “Toyota” para EE.UU. en la que un padre construye una casa en un árbol para sus hijos y estos le responden que prefieren el coche citando como argumentos los extras que éste tiene y la casita no. ¿Hasta qué punto el uso de menores es correcto? Es cierto que despiertan la sensibilidad y hacen esbozar inevitablemente una sonrisa en el rostro, pero ¿es ético vender con niños? ¿Es el siguiente paso hijos que ayudan a sus padres a vender productos por la espontaneidad de una presunta ingenuidad? No obstante, resultan simpáticos y agradables.
Por otro lado, he de citar un anunció que vi este verano, se trata de unas cápsulas contra el estreñimiento llamadas “Fave de fuca”, este anuncio en mi opinión encaja en la descripción de lo lamentable. Visualizarlo hace que me den ganas de apagar el televisor y no encenderlo hasta dentro de un par de años cuando alguien haya quemado esa basura. Cuán fue mi sorpresa cuando después de semejante sandez escuche a personas cantando la canción del anuncio, como quien canta el hit del momento. No comprendo la fuerza que una campaña tan estúpida puede ejercer en el consumidor. Aún así supongo que los resultados han sido satisfactorios, al público ha llegado, a costa de qué, es otro tema.
No puedo evitar sentir que padezco un trastorno obsesivo maníaco persecutorio, hayo publicidad mire dónde mire y por más que deseé aislarme no puedo escapar de ella. Está en todos sitios. Mi propio ser es una valla publicitaria, anuncio ropa, comida, universidad, lugares de ocio, música, tecnología… y pago por ello. Nos guste o no, somos esclavos de la publicidad, vivimos de acuerdo a lo que ella dicta. Es la secta que alimenta al mundo, la secta que nos maneja no como el mítico rebaño sino como el magnífico ser único, inimitable e inteligentísimo que somos, ya sabéis, “yo no soy tonto”. Y mientras tanto, sigue acosándome mediante todos los medios imaginables.
La publicidad me obliga a realizar asociaciones intrínsecas, no pienso en tiendas de muebles, pienso en Ikea; tampoco en hamburgueserías, sino en McDonald's; ni en pan de molde, vaqueros, refrescos, yogures…Sustituyo los términos genéricos por marcas, por los nombres de los que pagan para que la madre publicidad me lave el cerebro y me diga que deseche las palabras adscritas a definiciones que aprendí por su nombre comercial. Un nombre que monopolizará mi mente hasta el punto de que si no se llama así lo rechazaré. Todas las agencias de publicidad sueñan con ofrecer a sus clientes esta situación, ser la marca asociada a un producto por antonomasia, sin embargo pocos lo consiguen. Viven en un constante tira y afloja entre las grandes empresas por ver cuál es el que tiene más cabezas bien atadas a sus espaldas. Da miedo pensar que nos dirijamos hacia un futuro en el que el desarrollo de la publicidad acabe dando un puntapié al diccionario. En el que los términos actuales fuesen acepciones; la marca líder, la palabra y las marcas secundarias, sinónimos.

La serie de televisión “Los Simpsons” realiza una sátira sobre esto. Presenta una tabla periódica inverosímil cuyos elementos son compuestos como el “salchichonio”. El colegio como consecuencia de los problemas económicos acepta que la empresa “Oscar Mayer” se publicite y facilite material escolar a la escuela. También llegan al caso extremo de satirizar a la iglesia del pueblo en la que también, en busca de financiación, el templo aparece repleto de elementos publicitarios. Obviamente esto son casos extremos que buscan el equilibrio entre el humor y lo mordaz para denunciar a la sociedad actual. Una sociedad en la que todo es vendible y por lo tanto, todo tiene un precio. ¿Cuánto se asemeja esta caricatura a la realidad? ¿Llegará la publicidad a mantener los organismos propios del Estado del Bienestar? ¿Atenderán médicos de la Seguridad Social con batas patrocinadas, en el mejor de los casos, por laboratorios farmacéuticos? ¿Dejarán los colegios de llevar nombres ilustres para pasar a usar el nombre de grandes empresas como “El Corte Inglés”, “Coca-Cola” o “Movistar”?

La publicidad seguirá buscando públicos objetivos, productos innovadores, nuevos mercados sí es que quedan ya, y creativos cuyas técnicas hagan obtener los mayores beneficios posibles a las agencias y a las empresas. Una publicidad que como ya estamos acostumbrados seguirá velando por nosotros, especializándose en los intereses humanos para acercarse más a nuestras necesidades creadas y protegiéndonos de la originalidad que pueda hacernos pensar por nosotros mismos desviándonos así del camino impuesto. Seremos analizados bajo la atenta mirada de licenciados en psicología, sociología y demás ciencias encargadas de decirnos qué es lo que somos, qué es lo que necesitamos para vivir y ser felices. La solución a todos los problemas, en definitiva. Mientras tanto, el número de locos que sienten padecer trastornos persecutorios publicitarios seguirá aumentando, o eso espero, en un entorno en el que dentro de poco la respiración será un espacio de tiempo ofrecido por.

jueves, 7 de octubre de 2010

Hemoglobina

Y ahora que por fin obtuvimos las respuestas que buscábamos, nos hemos quedado sin aliento, abducidos por la realidad. Desfilaron vahídos, ataques neuróticos, fiebres y cómo no, miradas perdidas a las que ya estábamos acostumbrados. El hábito, qué caótico.

Por miserable y ruin la muerte se alejó, no le correspondía, todavía no. Ni siquiera el rastro de una sombra cuya misión sea turbarle hasta enloquecer. Deciden enfrentarle al ocio, al porvenir y al caprichoso destino. Resulta paradójico, pero paraliza más que la quietud del final anunciado.

Despertamos en el medio de un caudal sentenciado, por sorpresa, a favor. Y, ¿ahora qué? Acomodarse en silencio ante la ignorancia del prójimo lo calificábamos de “suerte”, la suerte con la que tuvimos el placer de convivir. Ante el interrogante respondimos contactando con el exterior, aún se les necesita. No toca terminar, habrá que esperar esta vez.

viernes, 1 de octubre de 2010

Feliz Cumplementira (1 parte)

El algodón de sus calcetines roídos acariciaba un suelo deslizante lleno de mierda. Sí, indiscutiblemente estaba en su casa. Continuó su marcha por aquel habitáculo recreando en su mente la estúpida carrera de obstáculos que anualmente organizaba su antiguo colegio. El resultado fue una herida tamaño familiar en el codo, resbaló con el líquido derramado de un champú caducado, éste le sirvió de almohada durante el efímero periodo que malgastó maldiciendo su desgracia. Ahora, su ropa desprendía un fuerte olor a bosquecillo feliz.

El acontecimiento de la semana había sido este pequeño percance. Vivía sola en una azotea cuyos techos median más de dos metros, las puertas chirriaban entre engranajes sedientos de aceite y la carpintería exterior era el plato principal del sol y la humedad. El suelo sonaba como un tablado flamenco al mínimo paso y la instalación eléctrica era del siglo XIX. Las paredes vainilla de papel carcomido atrincheraban a esta pequeña Diógenes sin actitudes en una vida dedicada a la pintura.

Unas largas piernecillas de alambre sustentaban su cuerpo. Un lunar acomodado debajo del rabillo del ojo izquierdo se dejaba entrever entre los mechones que le tapaban el rostro, sus ojos verdes y rasgados veían la luz tras unas espesas y largas pestañas. Su boca pequeña de labios carnosos ocultaba una sonrisa que raras ocasiones lograba esbozarse. Tenía veintiún años y se llamaba Elisa.

Se dedicaba a pintar cuadros que nadie compraba, mientras tanto se sustentaba de un pequeño sueldo que obtenía trabajando los martes y jueves en una guardería. Su azotea formaba parte de una suculenta herencia que recibió tras la muerte de su padre y abuelo paterno años atrás. No podía hacer uso del dinero hasta que no cumpliera los veinticinco, la edad a la que supuestamente sería responsable. Su madre trabajó en un circo como acróbata hasta que conoció a su padre, murió a los pocos meses de dar a luz. Su padre era hijo único, y de la familia de su madre no sabía nada en absoluto, sus padres ni si quiera se casaron. Vagaba sola por el mundo pero tampoco le importaba, ya no había lugar para lágrimas, un rostro amargo le acompañaba allí dónde fuese. Odiaba a las personas que se compadecían de sí mismas como reclamo de atención y fiel a sus principios, procuraba pasar desapercibida.

El veintisiete de abril fue su cumpleaños, a él acudieron dos compañeras de trabajo, Susana y Daniela, y la única amistad que conservaba del colegio, Marcos. Organizaron una fiesta sorpresa en su casa y aprovecharon para limpiarla un poco. Desocuparon la mesa de mármol de la cocina dónde colocaron un tapete fucsia digno de mercadillo con una tarta de limón y nata presidiendo la mesa. Elisa se sentía a gusto y volvía a sonreír. Entre copas de champán barato, Susana anunció que estaba embarazada de dos meses y que su prometido, Carlos, había decidido adelantar la boda a verano. La embriaguez dejó paso a los gritos de júbilo de Marcos y a un aplauso desacompasado de Daniela. Elisa se limitó a enseñar los dientes dulcemente. Cuando los invitados se marcharon, apagó las luces y se tumbó en el sofá ahora con cojines bien colocados. Torpemente encendió un cigarrillo y aspiró. Era la primera vez que sentía celos de su amiga. Ella decidió no dejar entrar a nadie en su vida pero no obstante no podía evitar sentirse tan sola. Era hipócrita con ella misma y era consciente de ello.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

08/09/2010

Está intacta, soy incapaz, me supera, no puedo ni quiero aceptarlo. Mamá me mira con ojos llorosos mientras sonríe, y yo, para variar, huyo.

jueves, 2 de septiembre de 2010

1

Se trata de angustia moral y congoja, de una relación catastrófica con el ser, de pasividad y delirio. Ingratitud. Un rostro taciturno, manos inquietas y pasos sordos. Sonrisas muertas; somos hipócritas. No duermo tantas horas, me hago la dormida. No hago mi elección, me lo impiden. Disparates de una necia.

Lo siento, soy incapaz de decirte lo que me está pasando. Culpa a este carácter vehemente si te alivia.

Déjame secar entre las hojas del libro que más odies.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Indeterminación

Todos tenemos algo que decir, pecar de prudencia no es virtuoso. Y bien, sigo atormentada por la velocidad de los hechos, por los silencios quebrantables y por las manecillas de este reloj que a pesar de tan solo saber la hora cuatro veces al día, no cesa.

Se masca el olor, se huele el sabor; pasar páginas me resulta anticuado, prefiero cambiar de tomo y quemar el anterior. Todos los detalles bajo control, las aproximaciones denegadas, las escenas fuera de rodaje original y no incluidas en versiones especiales.

Y sabes que acabarás besando las barras del metro porque ya no te quedarán bocas que probar. Ya no te sigo el ritmo, no le encuentro el sentido. No lo encuentro en ninguna acción.

Montar en bicicleta nunca se olvida, tómatelo como más te guste.

miércoles, 26 de mayo de 2010

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Sangre brotando, sangre azul, sangre derramada injustamente, sangre. Sangre humana o sangre animal, ¿acaso hay diferencia? Sí, es una pregunta retórica, no busco respuestas científicas ni lecciones morales, no acepto ninguna, no. Sangre, preciado líquido que recorre el cuerpo.

No critico que algunos encuentren placer en la destrucción, en el dolor o en el brillo de unos ojos inertes. El sufrimiento es inevitable y por lo tanto, hacer uso de él es una manera de afrontarlo. Cada cual elige cómo y asume sus consecuencias.

Seres vivos, toros en particular e incluso hasta el más insignificante insecto son dueños racionales o no, pero dueños de sus vidas. Si defendemos la igualdad, ¿por qué establecemos categorías? No somos leales y siendo honestos, tampoco cumplimos aquellos principios de fábrica que algún mayor nos inculcó. Vivimos aplastando al prójimo, atormentándonos por ello y volviéndolo a hacer.

Torero, humano, carnívoro, supervivencia, seguridad, insecticida…para todos los gustos. Con mayor o menor pericia, comparten y esconden un significado: asesino. Quién no lo sea, que dé un paso al frente.

jueves, 22 de abril de 2010

Métodos de cómo desvariar

Las columnas son árboles; las pantallas, pistas sobre el enemigo; los bancos, trincheras; las maletas, munición y el aeropuerto: la selva. Los militares se mezclan con la población civil, en concreto, con sus allegados. Están siendo atacados por abrazos, besos, lágrimas y te quieros de última hora, todo tiene lugar en este particular enfrentamiento. No sé si vienen o van, no he sido capaz de preguntar.

Junto a la puerta de llegadas hay una mujer joven esperando, si no fuera por el ocasional movimiento de sus pestañas, hubiera jurado que era una estatua. La frialdad es la estrella invitada, la industria cinematográfica nos ha vendido una mentira más. El único abrazo que recibirán los viajeros procedentes de este vuelo será el de su propia sombra, excepto uno que tendrá la fortuna de ser recibido por un ser prácticamente inerte.

En el exterior, sujetando un armatoste negro más grande que su cabeza y con las piernas abiertas, supongo que ejercen de contrapeso, hay un soldado de pequeña estatura vigilando varios vehículos del ejército aparcados en la puerta de la terminal. Le roban protagonismo y espacio a la marea blanca de taxistas expectantes a timar al próximo turista de turno. Es martes trece, será eso.

No estaba la madre ansiosa por ver a su hijo, no estaba la familia feliz esperando a su estudiante de intercambio, no estaba el fan histérico por la llegada de su ídolo, no estaba el marido perfecto escondiendo tras su espalda un ramo de rosas, ni si quiera el chófer sosteniendo un cartel con un apellido importante. En Barajas hoy se respiraba soledad y guerra, se respiraba realidad.

jueves, 15 de abril de 2010

Periodismo

Salir a la calle acompañado de cuaderno, lápiz y, como complemento, un ridículo sombrerito combinado con una pegatina en la que ponga PRESS, ha pasado a la historia. Ya no hace falta ir en busca de noticias, ahora se escribe el artículo antes de acudir a la rueda de prensa. Es práctico, los periodistas no tienen que trabajar a contrarreloj para presentar un artículo brillante y los editores controlan sus movimientos desde arriba sin imprevistos. Satisfacen al dueño, al partido político asociado y al lector. Conocen los temas de los que se va a hablar, hasta dónde y en beneficio de quién se va a profundizar, y para evitar complicaciones, no se pueden hacer preguntas. El periodista trabaja cómodamente y el que ofrece el discurso vuelve a casa con la sensación de que todos comparten su opinión. Es cuestión de autoestima.

Despidamos al periodismo salvaje sin escrúpulos para darle la bienvenida al rebaño de ovejas. El periodismo ya no defiende causas perdidas, se une a ellas.

viernes, 2 de abril de 2010

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Recuerdo las noches importantes, abandonábamos la cocina para dejarnos caer en las mullidas sillas del comedor. Solía doblar las servilletas, cada una de una forma distinta, tras plegarlas, las colocaba cuidadosamente en la copa. La sensación de sacar la servilleta y colocarla en las rodillas mientras alguien me llenaba la copa con la bebida de turno, me hacía sentir especial. Recuerdo esas cenas gracias al olor a detergente que desprendían las servilletas y al silencio incómodo de una familia desvinculada. Cuando la impotencia del silencio me podía, solía apretar los labios a la copa hasta romperla, era la excusa perfecta para retirarme.

Fingir que todo va bien nunca se me dio bien, lo siento.

lunes, 22 de marzo de 2010

Dolor

Temblaba en la oscuridad, escondida debajo de la cama. La respiración agitada movía el polvo acumulado. Necesitaba que las voces cesaran. Con un portazo, el silencio invadió la casa.

Se dirigió hacia el baño. Desesperadamente revolvió los cajones, en uno de ellos, la encontró. Agarró con decisión la cuchilla y comenzó a realizarse cortes horizontales en el brazo izquierdo. La sangre teñía su ropa y salpicaba la alfombra. Los cortes eran profundos, disfrutaba viendo como la sangre brotaba, era granate. Se sentía liberada, sus problemas desvanecían.

Notaba como sus fuerzas iban disminuyendo, haciendo un esfuerzo, caminó hasta el salón. Descolgó el teléfono y marcó su número. Al otro lado, una voz masculina contestó, era él, sin duda. A pesar del dolor, balbuceó que lo sentía. Él entre insultos y gritos colgó. No le dio tiempo a decir que le quería.

Al llegar a casa, encontró a su hija abrazada a un muñeco ensangrentado. Al alzar la vista, vio un retrato de ambos que años atrás ella le había regalado.

Sabía que era su culpa, le había decepcionado.

viernes, 19 de marzo de 2010

Volviendo a las andadas

El tiempo solía ser la segunda opción, la primera era la distancia. No obstante, lo llevábamos bien, vivíamos con ello como suelen decir, y hoy, viernes, los solías pasaron a ser nuncas, junto a los para siempre y al resto de conjuntos de palabras que sirven para indicar espacios temporales. El tiempo ahora es la primera opción y a mí pesar, es inexistente.
El orgullo cómo no, también forma parte de esta pequeña cruzada, la indiferencia es el primer plato, pero eso sí, siempre con una sonrisa de esas que lamentarás cuando tengas más arrugas que pecas. No cunda el pánico, yo seguiré siendo la misma estúpida que esperará, creerá sonrisas acompañadas de palabras de perdón e infinitas excusas improvisadas. Pam, pam! Un abrazo, sonrisa, café y todo olvidado.
Sigue construyendo un mundo de falsas sonrisas. Tú, que eras mi excepción, la que cumplía la regla, has acabado dándome la razón. Qué jodido es esto de tener que llevarla siempre, por una vez deseaba que la llevases tú. Supongo que esta es la única forma verbal del verbo soler que mantengo: Suelen decepcionarme a diario.

Y la verdad es que te echo de menos.

Elefante

Asustada acerca su mano lentamente a la trompa, cuando sus dedos la rozan, retira la mirada y la mano con más miedo del que tenía cuando se acercó. Busca la aprobación en los ojos de su padre, le sonríe y entre risas abraza la trompa del elefante, ya no hay nada que temer. Mira con expectación a la enorme escultura que se yerge sobre su cabeza, es enorme. Su padre la coge en brazos y comienza a caminar dirección Atocha. Es tarde, hay que volver a casa. Con la cabeza apoyada en el hombro de su padre mira boquiabierta al elefante a la vez que se despide moviendo rápidamente su manita hacia los lados.

Con unas enormes orejas, pero sin ojos y sin boca, áspero, frío e inerte guarda el equilibrio sobre su trompa. A pesar de la inexpresividad de su rostro transmite felicidad, bocabajo el mundo es diferente. Su color grisáceo se ve alterado por una línea blanca de suciedad que le recorre el rostro. Recuerda a un muñeco de peluche manchado de helado, puede que ese sea el motivo por el que la niña y él se hicieron amigos. Un peluche enorme en medio de la ciudad dispuesto a escuchar y a recibir abrazos de aquellos que bocarriba, ven y hablan en el mundo real.

Recuerdos

El frío le recorría el cuerpo. Hubiera preferido quedarse en la ciudad pero por alguna extraña razón, estaba allí.

Se sentó en una silla carcomida por el tiempo y acercó el viejo caballete de su abuelo. Con cuidado sacó sus materiales y empezó a pintar. El ambiente se inundaba de una mezcla de olor a pintura y a humedad. Sólo se escuchaba el suave deslizar del pincel. Varios lienzos descansaban desperdigados por la habitación. Observando el caos la inspiración llegó.

Empujó con brutalidad los muebles, tiró al suelo los cuadros de la pared y cerró las ventanas. Necesitaba hacer esto sola. Era el momento. Como resultado, tras una larga noche de insomnio, obtuvo un inmenso fresco que presidía el dormitorio. El color púrpura predominaba, era el favorito de su abuelo. El cantar de los pájaros le devolvió a la realidad, estaba amaneciendo, tenía que recoger sus cosas y volver a la ciudad.

De vuelta a casa sintió haber hecho algo memorable.


http://onceu.es/tiempo-libre/512/Recuerdos Mi primera publicación.

¿Informar o vender?

Parece que hoy en día los medios de comunicación tienen mayor interés en presentar imágenes que hieren la sensibilidad humana que en limitarse a informar de una forma objetiva sobre los hechos.

Indiscutiblemente, una imagen impactante atrae más al público que una noticia que hable en exclusiva sobre la tragedia, pero ¿Qué buscan los medios? ¿Informar o vender? La respuesta debería ser informar, pero en algunos casos como en el desastre del pueblo haitiano, algunos medios de comunicación optan por la segunda opción, vender.

Es más importante la controversia que una imagen provocativa causa en el público, que la noticia de otro país subdesarrollado devastado por otra catástrofe natural.

Una vez más, se repite la historia del tsunami del Pacífico que años atrás conmovió al mundo pero que ahora todos hemos olvidado.

Ya no es noticia fotografiar fosas comunes o niños huérfanos desnutridos. Tristemente, ocurrirá lo mismo con Haití.

Abrázame hoy

Desenreda con torpeza los auriculares, se los coloca y pulsa el botón de reproducción aleatoria. La canción que suena le traslada a su antigua ciudad. Cada estrofa la relaciona con algún momento de su vida, no lo puede evitar. Su mente viaja en el tiempo mientras la pantalla del andén marca que en unos veinte minutos el tren efectuará su llegada. Con desgana se deja caer en el primer banco que encuentra.

Estaba en Madrid, es lo que siempre había deseado, una gran ciudad, personas anónimas, indiferencia…Pasar desapercibida en concreto. Llevaba puesta su chaqueta, le estaba enorme pero a nadie parecía importarle, con ella se sentía a salvo. Estos últimos meses habían sido duros, todos aquellos a los que quería le habían decepcionado, estaba aprendiendo a ser fuerte.

El andén comenzaba a llenarse y en la pantalla seguía marcando veinte minutos, al parecer, uno de los coches del tren se había desenganchado a mitad del recorrido entre estaciones. Iba a llegar tarde a clase, tampoco le importaba, era uno de esos días en los que todo está demás.

Se sentía sola y el echar de menos se había convertido en rutina, ni siquiera sabía si en realidad lo hacía. Necesitaba encontrar su sitio, un lugar donde perderse y encontrarse a la vez. La rapidez con la que su corazón latía interrumpió sus pensamientos. En el andén de enfrente le pareció reconocer el rostro de un viejo amigo. Se levantó y comenzó a gritar su nombre mientras todos los allí presentes la observaban con curiosidad. No obtuvo respuesta.

En el andén contrarío estaba él, le había ignorado y no sabía por qué.

Avergonzada volvió a dejarse caer en el banco, ahora la pantalla marcaba cinco minutos. Por fin, el tren llegó, se sentó al fondo del vagón. Las lágrimas le recorrían el rostro, odiaba llorar pero lo estaba haciendo. Se sentía estúpida. El tren cerró sus puertas e inició su marcha.

Él, con su número de teléfono en la pantalla, miraba cómo los vagones se difuminaban al pasar ante sus ojos. No estaba preparado, aún no la había olvidado. Canceló la llamada, era absurdo.

Su tren llegó, pulsó el botón y las puertas se abrieron. Se agarró con fuerza a la barra amarilla. La chaqueta que ella llevaba era la suya, acababa de darse cuenta.

La manzana

Solitaria extraña a sus hermanas y al árbol que le dio cobijo cuando las inclemencias del tiempo la maltrataban. Verde, envidiosa de las rojas.

Común, el único motivo para destacar es una absurda pegatina que la etiqueta, como si a alguien le importase su procedencia. Nadie le dijo que destacaría, sin embargo, ahí está, presidiendo el aula, con un brillo majestuoso, siendo la protagonista de varios quebraderos de cabeza. La verde, a la que siempre rechazaban.

Redonda, parece que va a salir rodando de un momento a otro en busca de libertad. No quiere ser vulgar y morir de un mordisco o pudrirse en un contenedor. Quiere ser recordada, inmortalizada. Ya no pertenece a un grupo de frutas, ahora, es la manzana.