martes, 19 de octubre de 2010

Censura radiofónica

Censores que se podrían calificar como despropósitos de la naturaleza. Esa es la esencia, entre otras, que a los que tuvimos la suerte de no vivir bajo la opresión de un régimen totalitario nos transmite los restos de algo que truncó más vidas de las que solucionó. Partiré con un razonamiento que responde al sentido común que el autor emplea como colofón: “Quienes tienen argumentos para defender aquello en lo que creen, no necesitan amordazar al oponente. Para eso existe el diálogo, la palabra, la razón”.

Resulta cómico como un movimiento tan capaz tenía que recurrir a “cerrar bocas” como el niño que ante la imposibilidad de defenderse con palabras, pega. Eliminar todo rastro de discrepancia ante los hechos, de opinión, de voluntad para ser diferente, de destacar. Sin ser conscientes de que a pesar de las circunstancias, el hombre tiene la capacidad de luchar empujado por la fuerza interior que crean unos ideales machacados, por lo que le hace ser distinto, por las almas que derramaron sangre por ser fieles a su razón, por no resignarse ante la vida que les tocó. Víctimas quizá de la pasión de los pocos años y del cansancio ante el miedo; héroes a los que nadie agradece lo que ahora disfrutamos. Las bocas fueron cosidas, pero no hubo lobotomías, las ideas permanecieron.

Una censura que roza el límite de lo absurdo y lo ridículo. Paradojas como obras literarias modificadas por hacer alusión a suicidios en un régimen que apoyaba la pena capital. Censuras contra obras que atacaban al decoro y la moralidad de un régimen confesional mientras las hijas de algunos abortaban en Europa. Censura a inocentes dedicatorias en canciones por el miedo de un atentado a un Gobierno que obtenía resultados plenamente satisfactorios en las elecciones municipales. La censura como instrumento para ahuyentar el miedo de la destrucción de la continua lotería que durante casi 40 años algunos vivieron.

Bajo esta circunstancia, se cría una radio que acata órdenes y se vende a cambio de subsistir con la esperanza de que un día, el sol salga y esta vez sea para todos. Las ideas se apoyen en las voces y salgan al exterior con la seguridad de que no serán castigados por ello. La radio, un ente que surgió y vivió entre las tinieblas brotará con todo su esplendor al final de la censura para seguir alimentando en el hombre de a pie la promesa de la libertad.

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