Sin embargo tus resortes no se desvanecen. Permaneces entero, indolente. Al fondo, un hilo de voz canta al piano, requebrado. No es azaroso. Los desprecios han florecido.
Con sujetarme las puertas no basta. Somos lucidamente desgraciados aquí. La llovizna de tus calles nos dejó sin primavera y así lo deseé, desairada.
No espero disculpas.
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