Trenes mecen los vaivenes de los días cenizos, gentes
ordinarias acumulan bostezos, luces estridentes desvelan los defectos, resacas
de tristeza difunden su hegemonía. La devastación amanece acomodada, sin
respetar su espacio en el colchón.
Viviendo de soslayo, sin tiempo para rozar el suelo con los pies. Esperando la respuesta antes de lanzar la pregunta, como un boomerang. Cruzándonos por casualidad al subir las escaleras hacia el desenlace anunciado.
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