Desde tu fracaso personal mi halo se proyectaba aquella
noche. No me reconfortaba, en absoluto, sentía lástima, un dolor atroz como el
que sólo podía sentir por ti. El prisma del tiempo y el abismo del silencio
desde la última vez me habían dado la razón, como siempre. Sin embargo, ahí
estaba, rodeándome las piernas con los brazos y destruyendo todos los logros de
estos malditos años. Así de predecible.
Y decías que no podías porque sabes que yo tampoco pude,
quise o ni lo intenté. Uno frente al otro incapaces de analizar ni reconocer
más allá del argumentario que siempre establecimos. La eterna competición,
nuestra historia, así de poco extraordinaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario