jueves, 27 de marzo de 2014

Lacerado

Eran un hato de miserables con pretensiones tratando de impresionarme con sandeces. Yo me mordía las uñas y entre bostezos buscaba tu rostro entre la gente, con la certeza de que no estabas, por inercia.

Por más veces que revise el teléfono no será tu nombre el que lo haga resplandecer. Madrid me abruma. Odio todos los lugares en los que he vivido. Quizá también a ti, odiar resulta genérico.

Crecí entre los reflejos del sol proyectados en la blancura de las casas andaluzas, el perfume a azahar y las rayuelas pintadas sobre el asfalto de un callejón. A expensas del Mediterráneo, de prestado. Deseando irme.

Echar de menos se ha convertido en una necesidad. Te empujo una y otra vez, por costumbre. Siempre demás, con fecha de caducidad.

Inexorable

Trenes mecen los vaivenes de los días cenizos, gentes ordinarias acumulan bostezos, luces estridentes desvelan los defectos, resacas de tristeza difunden su hegemonía. La devastación amanece acomodada, sin respetar su espacio en el colchón.

Viviendo de soslayo, sin tiempo para rozar el suelo con los pies. Esperando la respuesta antes de lanzar la pregunta, como un boomerang. Cruzándonos por casualidad al subir las escaleras hacia el desenlace anunciado.

miércoles, 26 de marzo de 2014

El cliché


Tenías la mirada fijada en la pared, impasible. The Smiths ambientaba la habitación, la melodía triste invitaba al trance y mis labios esbozaban la letra al otro lado del sofá. Tan ausentes, sin riesgos, abandonados. Con las dudas y con la sensación de haberlo vivido antes.


Lo habitual, sucedáneos.

lunes, 24 de marzo de 2014

Trivial

Sin embargo tus resortes no se desvanecen. Permaneces entero, indolente. Al fondo, un hilo de voz  canta al piano, requebrado. No es azaroso. Los desprecios han florecido.

Con sujetarme las puertas no basta. Somos lucidamente desgraciados aquí. La llovizna de tus calles nos dejó sin primavera y  así lo deseé, desairada. 

No espero disculpas. 

domingo, 23 de marzo de 2014

Gare du Nord

Desamarte con hiel.

Con desdén.

Con amargura.

Con la mandíbula firme. Sin deshacerme.

Imbatible, lánguida y tácita. Como te amé, si es que lo hice.

Sumir

Pienso en ti, torpe, bailando por toda la casa, en los buenos días sin ropa, en los libros que te robaban la atención de mis manos y, a veces, recuerdo la manera tonta que tenías de decirme “guapa”. Sin desparpajo, desentrenado…tan impropio.

Condenado al fracaso. ¡Qué dulce! Mi excusa para crecer, la tuya para jugar a ser niño. Resarcirte en mi inocencia, en mi candor.  Las ganas de que lo hicieras.

Mirarte a los ojos en silencio. Ese era mi propósito. Observarte, besarte los párpados, dibujar el perfil de tu nariz, delinear tus labios con los dedos… Sobre mis pestañas, los techos. No. Tú no tenías la culpa.

miércoles, 19 de marzo de 2014

El miedo a dejarlo escrito

Podría tratarte de usted. Me precipito a las vías en sueños, despierto y rezo porque continúes durmiendo cuando retumbe el portazo definitivo, a deshora.

Resulta que las noches en las que verte me apremia no coinciden con las tuyas. Mientras, me estremezco bajo los rayos que anuncian un aniversario que trata de abrirse paso engullendo meses, sumando los días que te evito y los que me rehúyes tú.

No quiero verte, no quiero verte, no quiero verte, no quiero verte, no quiero verte. Arráncame la ropa. Iré de negro. Me voy.

domingo, 16 de marzo de 2014

Las circustancias

Luego escucho tu música, leo tus libros y veo tus películas. Y sí, es un déjà vu. Eres un personaje de ficción, de cine independiente, aún así, estereotipado. Te falta autenticidad.

No puedo quejarme, por mi parte, siempre he asumido ser el personaje de una novela mal escrita, una inadaptada. No me juzgues, ni si quiera puedo contestar sin rodeos cuando me preguntan por mi origen. Falta de contundencia, saber decir que no, odiarte hasta el final y no acabar cediendo.

Creo creer que no quiero verte más a diario. ¿Qué dices? ¿Dónde está la elocuencia ahora?

sábado, 15 de marzo de 2014

En caso de necesidad nombraría a todos. A los habituales, al protagonista y a aquellos a los que tuvieron la suerte de pasar desapercibidos. Mantengo una relación íntima con el caos y la destrucción; y en ella, decidieron intervenir héroes de cartón piedra, fáciles de prender, así como un desfile artificioso de incoherencia, ineptitud y belleza abstracta.  Sin éxito.


Preceptos que rechazar. El fin de este espasmódico espectáculo, de nuevo.
Desde tu fracaso personal mi halo se proyectaba aquella noche. No me reconfortaba, en absoluto, sentía lástima, un dolor atroz como el que sólo podía sentir por ti. El prisma del tiempo y el abismo del silencio desde la última vez me habían dado la razón, como siempre. Sin embargo, ahí estaba, rodeándome las piernas con los brazos y destruyendo todos los logros de estos malditos años.  Así de predecible.

Y decías que no podías porque sabes que yo tampoco pude, quise o ni lo intenté. Uno frente al otro incapaces de analizar ni reconocer más allá del argumentario que siempre establecimos. La eterna competición, nuestra historia, así de poco extraordinaria.  

 Me avergüenzo de las letras que junté con el único propósito de herirte y de ti, sobre todo de ti.  

lunes, 10 de marzo de 2014

Perentorio

Bajo qué criterios universales, o bien, socialmente aceptados, puedo clasificar o encajar la admiración que suscitas. Un manual, una ciencia exacta que determine en qué circunstancias idolatrarte implica el sentimiento prohibido. Cuando se traspasan los límites de la pasión intelectual y carnal al concepto de amor diferenciado, desigual, platónico e incluso pudiendo llegar a causar dolor. Un amor material, tangible, al que se le han dedicado miles de palabras cargadas de aquello de lo que siempre rehuí.


Lo decreté inadmisible, una debilidad a la que aplicarle un rechazo contundente, que no me reste poder, mi dogma. ¿Y ahora? No quisiera retraerme, sin embargo, desearía sentir por ti, aunque fuese dolor. Algo que ratifique la superioridad que mi mente te ha encomendado. La excepción a la mediocridad plena, la mía, la tuya, la que acepte, aceptes y aceptemos. Eso quisiera vehementemente, pero me enfrento a mi misma, al bagaje, a la búsqueda perpetua del dolor inmaculado. El miedo a una entrega defectuosa, a la insuficiencia, mi precocidad y a mi belleza efímera. La prisión de un ideal cómodo que ejerce de lastre. Y como siempre, lo sé, lo sé y aún sabiéndolo opto por el inmovilismo.


Por supuesto que me considero hipócrita, cuando bien sabes, que me fascina la capacidad infinita del mal y la crueldad.  Hipócrita por creerme devota y postular un magnetismo prácticamente innato a la falta de límites mientras continúo aumentando los que nos separan. Y sin duda, estamos conformes, los dos. Contradictorio, impredecible y caótico, tan jodidamente lineal y estancado con el único objetivo de negarte y desear que tú también me niegues. La nada y sin explicación.