lunes, 22 de marzo de 2010

Dolor

Temblaba en la oscuridad, escondida debajo de la cama. La respiración agitada movía el polvo acumulado. Necesitaba que las voces cesaran. Con un portazo, el silencio invadió la casa.

Se dirigió hacia el baño. Desesperadamente revolvió los cajones, en uno de ellos, la encontró. Agarró con decisión la cuchilla y comenzó a realizarse cortes horizontales en el brazo izquierdo. La sangre teñía su ropa y salpicaba la alfombra. Los cortes eran profundos, disfrutaba viendo como la sangre brotaba, era granate. Se sentía liberada, sus problemas desvanecían.

Notaba como sus fuerzas iban disminuyendo, haciendo un esfuerzo, caminó hasta el salón. Descolgó el teléfono y marcó su número. Al otro lado, una voz masculina contestó, era él, sin duda. A pesar del dolor, balbuceó que lo sentía. Él entre insultos y gritos colgó. No le dio tiempo a decir que le quería.

Al llegar a casa, encontró a su hija abrazada a un muñeco ensangrentado. Al alzar la vista, vio un retrato de ambos que años atrás ella le había regalado.

Sabía que era su culpa, le había decepcionado.

viernes, 19 de marzo de 2010

Volviendo a las andadas

El tiempo solía ser la segunda opción, la primera era la distancia. No obstante, lo llevábamos bien, vivíamos con ello como suelen decir, y hoy, viernes, los solías pasaron a ser nuncas, junto a los para siempre y al resto de conjuntos de palabras que sirven para indicar espacios temporales. El tiempo ahora es la primera opción y a mí pesar, es inexistente.
El orgullo cómo no, también forma parte de esta pequeña cruzada, la indiferencia es el primer plato, pero eso sí, siempre con una sonrisa de esas que lamentarás cuando tengas más arrugas que pecas. No cunda el pánico, yo seguiré siendo la misma estúpida que esperará, creerá sonrisas acompañadas de palabras de perdón e infinitas excusas improvisadas. Pam, pam! Un abrazo, sonrisa, café y todo olvidado.
Sigue construyendo un mundo de falsas sonrisas. Tú, que eras mi excepción, la que cumplía la regla, has acabado dándome la razón. Qué jodido es esto de tener que llevarla siempre, por una vez deseaba que la llevases tú. Supongo que esta es la única forma verbal del verbo soler que mantengo: Suelen decepcionarme a diario.

Y la verdad es que te echo de menos.

Elefante

Asustada acerca su mano lentamente a la trompa, cuando sus dedos la rozan, retira la mirada y la mano con más miedo del que tenía cuando se acercó. Busca la aprobación en los ojos de su padre, le sonríe y entre risas abraza la trompa del elefante, ya no hay nada que temer. Mira con expectación a la enorme escultura que se yerge sobre su cabeza, es enorme. Su padre la coge en brazos y comienza a caminar dirección Atocha. Es tarde, hay que volver a casa. Con la cabeza apoyada en el hombro de su padre mira boquiabierta al elefante a la vez que se despide moviendo rápidamente su manita hacia los lados.

Con unas enormes orejas, pero sin ojos y sin boca, áspero, frío e inerte guarda el equilibrio sobre su trompa. A pesar de la inexpresividad de su rostro transmite felicidad, bocabajo el mundo es diferente. Su color grisáceo se ve alterado por una línea blanca de suciedad que le recorre el rostro. Recuerda a un muñeco de peluche manchado de helado, puede que ese sea el motivo por el que la niña y él se hicieron amigos. Un peluche enorme en medio de la ciudad dispuesto a escuchar y a recibir abrazos de aquellos que bocarriba, ven y hablan en el mundo real.

Recuerdos

El frío le recorría el cuerpo. Hubiera preferido quedarse en la ciudad pero por alguna extraña razón, estaba allí.

Se sentó en una silla carcomida por el tiempo y acercó el viejo caballete de su abuelo. Con cuidado sacó sus materiales y empezó a pintar. El ambiente se inundaba de una mezcla de olor a pintura y a humedad. Sólo se escuchaba el suave deslizar del pincel. Varios lienzos descansaban desperdigados por la habitación. Observando el caos la inspiración llegó.

Empujó con brutalidad los muebles, tiró al suelo los cuadros de la pared y cerró las ventanas. Necesitaba hacer esto sola. Era el momento. Como resultado, tras una larga noche de insomnio, obtuvo un inmenso fresco que presidía el dormitorio. El color púrpura predominaba, era el favorito de su abuelo. El cantar de los pájaros le devolvió a la realidad, estaba amaneciendo, tenía que recoger sus cosas y volver a la ciudad.

De vuelta a casa sintió haber hecho algo memorable.


http://onceu.es/tiempo-libre/512/Recuerdos Mi primera publicación.

¿Informar o vender?

Parece que hoy en día los medios de comunicación tienen mayor interés en presentar imágenes que hieren la sensibilidad humana que en limitarse a informar de una forma objetiva sobre los hechos.

Indiscutiblemente, una imagen impactante atrae más al público que una noticia que hable en exclusiva sobre la tragedia, pero ¿Qué buscan los medios? ¿Informar o vender? La respuesta debería ser informar, pero en algunos casos como en el desastre del pueblo haitiano, algunos medios de comunicación optan por la segunda opción, vender.

Es más importante la controversia que una imagen provocativa causa en el público, que la noticia de otro país subdesarrollado devastado por otra catástrofe natural.

Una vez más, se repite la historia del tsunami del Pacífico que años atrás conmovió al mundo pero que ahora todos hemos olvidado.

Ya no es noticia fotografiar fosas comunes o niños huérfanos desnutridos. Tristemente, ocurrirá lo mismo con Haití.

Abrázame hoy

Desenreda con torpeza los auriculares, se los coloca y pulsa el botón de reproducción aleatoria. La canción que suena le traslada a su antigua ciudad. Cada estrofa la relaciona con algún momento de su vida, no lo puede evitar. Su mente viaja en el tiempo mientras la pantalla del andén marca que en unos veinte minutos el tren efectuará su llegada. Con desgana se deja caer en el primer banco que encuentra.

Estaba en Madrid, es lo que siempre había deseado, una gran ciudad, personas anónimas, indiferencia…Pasar desapercibida en concreto. Llevaba puesta su chaqueta, le estaba enorme pero a nadie parecía importarle, con ella se sentía a salvo. Estos últimos meses habían sido duros, todos aquellos a los que quería le habían decepcionado, estaba aprendiendo a ser fuerte.

El andén comenzaba a llenarse y en la pantalla seguía marcando veinte minutos, al parecer, uno de los coches del tren se había desenganchado a mitad del recorrido entre estaciones. Iba a llegar tarde a clase, tampoco le importaba, era uno de esos días en los que todo está demás.

Se sentía sola y el echar de menos se había convertido en rutina, ni siquiera sabía si en realidad lo hacía. Necesitaba encontrar su sitio, un lugar donde perderse y encontrarse a la vez. La rapidez con la que su corazón latía interrumpió sus pensamientos. En el andén de enfrente le pareció reconocer el rostro de un viejo amigo. Se levantó y comenzó a gritar su nombre mientras todos los allí presentes la observaban con curiosidad. No obtuvo respuesta.

En el andén contrarío estaba él, le había ignorado y no sabía por qué.

Avergonzada volvió a dejarse caer en el banco, ahora la pantalla marcaba cinco minutos. Por fin, el tren llegó, se sentó al fondo del vagón. Las lágrimas le recorrían el rostro, odiaba llorar pero lo estaba haciendo. Se sentía estúpida. El tren cerró sus puertas e inició su marcha.

Él, con su número de teléfono en la pantalla, miraba cómo los vagones se difuminaban al pasar ante sus ojos. No estaba preparado, aún no la había olvidado. Canceló la llamada, era absurdo.

Su tren llegó, pulsó el botón y las puertas se abrieron. Se agarró con fuerza a la barra amarilla. La chaqueta que ella llevaba era la suya, acababa de darse cuenta.

La manzana

Solitaria extraña a sus hermanas y al árbol que le dio cobijo cuando las inclemencias del tiempo la maltrataban. Verde, envidiosa de las rojas.

Común, el único motivo para destacar es una absurda pegatina que la etiqueta, como si a alguien le importase su procedencia. Nadie le dijo que destacaría, sin embargo, ahí está, presidiendo el aula, con un brillo majestuoso, siendo la protagonista de varios quebraderos de cabeza. La verde, a la que siempre rechazaban.

Redonda, parece que va a salir rodando de un momento a otro en busca de libertad. No quiere ser vulgar y morir de un mordisco o pudrirse en un contenedor. Quiere ser recordada, inmortalizada. Ya no pertenece a un grupo de frutas, ahora, es la manzana.