Culpo a las tragedias silenciosas y a mis
huidas. Plegué la vida en maletas, como anuncié, y, como respuesta, te apremió
apurar la gelidez de una cerveza en pleno enero en Lisboa. Estremeciendo sus
calles, guillotinando recuerdos y vapuleando engranajes.
Tú, desdibujando tu absoluto, astillando
el frío en cada abrazo al desordenarnos en nuevos escenarios. Sin estridencias,
sin damnificados. Sin Madrid.
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