Sé que debo pronunciarme.
Algo
estúpido o que hace ya un tiempo que dejaste de fascinarme,
como la bombilla que ilumina esta habitación que a veces decide aflojarse, otras despide
destellos, pero resiste a fundirse.
No
quiero asumir los riesgos.
Cada uno tiene su público.
Sin preguntas.
Y que el lugar al que me llevaste parecía un prostíbulo. Con luces de neón y aquella figura en movimiento que te consumía por entero cuando olvidábamos por milésimas nuestros duelos.
¿Recuerdas? Valiente.
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