Ahora ya no llego tarde. La vida continúa adelantándome por la derecha a
cada descuido; ella acelera en cada arranque de altivez para desintegrar mi
autosuficiencia, los amagos de felicidad y las construcciones de amor propio.
Pasiva te escruto: insignificante, insolentemente soberbio, ridículo. ¡Qué
precariedad de mente la tuya!
Que el juicio se adquiere en las calles, repites –crees-. Desbordante de alcohol adoctrinas desalmados, despliegas tu demagogia y vacuo argumentas. La mugre, los viajes, las amistades de cierra bares; tu absoluta soledad. Sí, te amé, mi cretino: nulo, infinitamente cobarde, pueril. Y ya.