Ahora
tú deberás abrazarme hasta que el descompás de tus latidos y de tus nervios me
duerma y tu boca roce mi hombro con el borde de tus labios. No permitas que
vuelva a huir de ti. No seas cobarde esta vez, te lo ruego.
Yo
te escribo y con el paso de los años mantengo la costumbre. He intentado
comprenderte, comprender tu manera de odiarme, de olvidarme. Sólo te gustan las
heridas y a mí el dolor que me invade cada vez que decides desaparecer.
Dime,
¿vendrás esta vez? Te aguardo, como siempre, en silencio. Aunque no sea
suficiente conserva el misterio, consérvame a mí esta vez.
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