martes, 9 de abril de 2013

Abrúmame


Ahora tú deberás abrazarme hasta que el descompás de tus latidos y de tus nervios me duerma y tu boca roce mi hombro con el borde de tus labios. No permitas que vuelva a huir de ti. No seas cobarde esta vez, te lo ruego.

Yo te escribo y con el paso de los años mantengo la costumbre. He intentado comprenderte, comprender tu manera de odiarme, de olvidarme. Sólo te gustan las heridas y a mí el dolor que me invade cada vez que decides desaparecer.

Dime, ¿vendrás esta vez? Te aguardo, como siempre, en silencio. Aunque no sea suficiente conserva el misterio, consérvame a mí esta vez.

Aquella fue una de las noches en las que dormí con los diamantes puestos. Perfume en las muñecas y en el cuello. Tú enredabas entre la seda y preguntabas con desespero su nombre. Veneno. Una rosa el anzuelo. El público te divertía. Los ojos cristalinos de la ira te alimentaban. Y el juego…El juego eráis tú, él y la seda de ese vestido que ahora descansa en un armario a mil kilómetros de ti, de él, de la ira y de mis recuerdos.

Con los años un nuevo vestido y el aroma de mi pelo te envolvieron y tú a mí con los brazos que me guiaron al mal. No es lo que esperabas, ni lo que esperaban. Lo que esperaba yo es irrelevante.