jueves, 22 de abril de 2010

Métodos de cómo desvariar

Las columnas son árboles; las pantallas, pistas sobre el enemigo; los bancos, trincheras; las maletas, munición y el aeropuerto: la selva. Los militares se mezclan con la población civil, en concreto, con sus allegados. Están siendo atacados por abrazos, besos, lágrimas y te quieros de última hora, todo tiene lugar en este particular enfrentamiento. No sé si vienen o van, no he sido capaz de preguntar.

Junto a la puerta de llegadas hay una mujer joven esperando, si no fuera por el ocasional movimiento de sus pestañas, hubiera jurado que era una estatua. La frialdad es la estrella invitada, la industria cinematográfica nos ha vendido una mentira más. El único abrazo que recibirán los viajeros procedentes de este vuelo será el de su propia sombra, excepto uno que tendrá la fortuna de ser recibido por un ser prácticamente inerte.

En el exterior, sujetando un armatoste negro más grande que su cabeza y con las piernas abiertas, supongo que ejercen de contrapeso, hay un soldado de pequeña estatura vigilando varios vehículos del ejército aparcados en la puerta de la terminal. Le roban protagonismo y espacio a la marea blanca de taxistas expectantes a timar al próximo turista de turno. Es martes trece, será eso.

No estaba la madre ansiosa por ver a su hijo, no estaba la familia feliz esperando a su estudiante de intercambio, no estaba el fan histérico por la llegada de su ídolo, no estaba el marido perfecto escondiendo tras su espalda un ramo de rosas, ni si quiera el chófer sosteniendo un cartel con un apellido importante. En Barajas hoy se respiraba soledad y guerra, se respiraba realidad.

jueves, 15 de abril de 2010

Periodismo

Salir a la calle acompañado de cuaderno, lápiz y, como complemento, un ridículo sombrerito combinado con una pegatina en la que ponga PRESS, ha pasado a la historia. Ya no hace falta ir en busca de noticias, ahora se escribe el artículo antes de acudir a la rueda de prensa. Es práctico, los periodistas no tienen que trabajar a contrarreloj para presentar un artículo brillante y los editores controlan sus movimientos desde arriba sin imprevistos. Satisfacen al dueño, al partido político asociado y al lector. Conocen los temas de los que se va a hablar, hasta dónde y en beneficio de quién se va a profundizar, y para evitar complicaciones, no se pueden hacer preguntas. El periodista trabaja cómodamente y el que ofrece el discurso vuelve a casa con la sensación de que todos comparten su opinión. Es cuestión de autoestima.

Despidamos al periodismo salvaje sin escrúpulos para darle la bienvenida al rebaño de ovejas. El periodismo ya no defiende causas perdidas, se une a ellas.

viernes, 2 de abril de 2010

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Recuerdo las noches importantes, abandonábamos la cocina para dejarnos caer en las mullidas sillas del comedor. Solía doblar las servilletas, cada una de una forma distinta, tras plegarlas, las colocaba cuidadosamente en la copa. La sensación de sacar la servilleta y colocarla en las rodillas mientras alguien me llenaba la copa con la bebida de turno, me hacía sentir especial. Recuerdo esas cenas gracias al olor a detergente que desprendían las servilletas y al silencio incómodo de una familia desvinculada. Cuando la impotencia del silencio me podía, solía apretar los labios a la copa hasta romperla, era la excusa perfecta para retirarme.

Fingir que todo va bien nunca se me dio bien, lo siento.