Lívida me entrego
al sol uniformada con un recogido alicaído que presenta mi torpeza universal a
quien decida estudiarla. Ofrezco mis cicatrices a quien las juzgue sin
molestarme en escrutar los veredictos. ¿Qué decir? La pesadumbre se amotina en
el alma y la turbación ejerce de túmulo. Respiro porque aún no me decido.
Tampoco tú.