martes, 12 de noviembre de 2013

Nada ha ocurrido


Dormí donde no me correspondía. Sus brazos rodeaban el vacío de mi eterna ausencia y sus oídos percibían mi respiración profunda y suave. Frágil y desaventajada.

La diferencia latente y el deseo prohibido. Hija de Nabokov. Abrumada. Capricho siniestro. Dicho y hecho. Hecho y dicho. Inacabado. Perturbador y censurado. Señalado, inadecuado, delicioso y obsesivo. Incontestable.


Nada ha ocurrido. La nada consuela al atormentado y al moralista. 

lunes, 11 de noviembre de 2013

Tiempo

El sentir anaranjado propio del otoño, que como las hojas, se desvanece cada vez que la estación enfría los huesos. El calendario, veloz pasa los días y engaña al individuo absorto en su rutina con la desgastada promesa de la casi eternidad de la juventud. Los planes se aplazan cayendo a veces en el abismo del tiempo, el mismo, que cuando el dolor de una muerte cercana achaca, hace reflexionar e incrementa la agenda con citas y sueños que nunca se cumplen.
Las manecillas que juegan a encontrase, el tic y el tac, los pliegues en el rostro y las obligaciones. Segundos, minutos, horas, días, meses y años. No hay vida que no se mide y se compare con él. El rival de la muerte, el compañero constante de trifulcas en el que siempre hay un ganador: el tiempo como absoluto de zozobras e impotencia física de la humanidad. ¡Quién pudiese ser inmortal! Sólo la muerte y, en ocasiones, los logros.
Y surge la ansiedad, la desazón por las oportunidades perdidas, la morriña hacia la infancia. Un periodo en el que el individuo desea crecer, adquirir una vida compleja como la de aquellos que centímetros al alza le insta a que nunca deje de ser niño y a no apresurarse en crecer, porque para ello, siempre hay tiempo. El goce de la ignorancia, de la felicidad inmaculada y la inocencia, el buen hacer de las acciones que los años oscurece a medida que la sombra de aquel que un día fue infante deja en penumbra al alma.
Las experiencias traumáticas marcan el sino del existir, confortan la identidad y la perspectiva de la propia línea de la vida. Alimentan el drama diario, la excusa para escapar del disfraz permanente de autómata. El drama queinvade, persigue e incluso condiciona la postura, el estilo de vivir.
Cierto es, que los clichés sobre el tiempo abruman. El factor condicionante de lo efímero del individuo se halla intrínseco en la propia naturaleza. La consciencia de brevedad es latente y los eslóganes cargados de positivismo de mente poco ejercitada: cansan. Sí, “carpe diem”  ruega desgastado, ya ha sido suficiente. El ser humano es fugaz y su perspectiva temporal cambiante.Incitar al aprovechamiento íntegro de algo intangible resulta confuso, agotador y enfermizo.
Se halla placer en el malgaste, el consumismo  y la obsolescencia programada del sistema capitalista, lo avala; del mismo modo que se encuentra placer y disfrute en el propio análisis del individuo en el que lamenta la pérdida del tiempo. Una vez más el drama. El estudio retrospectivo lejos de buscar la crítica, se centra en focalizar los errorespara elaborar un argumentario creíble, intelectual y de infancia cruel que logre estremecer a los presentes todas las veces que se trate de justificar el porqué de lo que se es, de la tragedia individual y de la visión del no aprovechamiento del momento.
Y así desfilan los de alma positiva y los de negativa, los fuertes y los débiles, los del vaso medio lleno y los del medio vacío. Así, repleto de estereotipos, de palabras, etiquetas, connotaciones y nombres cuyo significado se desconoce o no se analiza. Se recurre a la literatura barata, al folletín para expresar que el tiempo agobia, que sus manos se deslizan suaves por nuestra piel y que su duración la determina el recorrido y el mimo de éstas porella hasta alcanzar la garganta para presionarla hasta la asfixia.
¿Y el tiempo? Todo recomienza, no hay un absoluto. Después hay que comer o descomer, todo vuelve a entrar en crisis. El deseo cada tantas horas, nunca demasiado diferente y cada vez otra cosa: trampa del tiempo para crear las ilusiones”. Julio Cortázar, Rayuela.
Como el sistema de engranajes que componen el mecanismo de un reloj de cuerda: complejo, preciso y de lenguaje monótono. La rutina alberga las mismas características que el elemento encargado de dictar, acompasar y estructurar el tiempo. Monótona, compleja y precisa. La rutina como el mecanismo que sustenta la línea de vida, la que la mantiene y coarta, como el tiempo y la muerte. Se presenta como la mímesis del miedo a la fugacidad del hombre, pudiendo ser la respuesta al aliento masivo de buscar escapar de ella.
Una obsesión turbadora marcada por el rechazo hacia lo considerado común, lo regular. Genera una perturbación que engrosa el pánico ante el incontestable hecho del fin. La muerte siempre presente y lista para alcanzar el fin absoluto, etemor del hombre que le recuerda a diario que su existencia es finita y corta.
La lucha que se extiende desde el primer sollozo al último latido. La búsqueda de la perpetuidad y la de la felicidad. Estados del alma inculcados y abstractos. Sin absoluto, sin ruta y por imitación. Una trifulca destinada al fracaso. El hombre araña con el desespero que propicia la proximidadde lo que se acaba, los segundos regalados al abismo de la nada en el pasado. Lamenta, suplica y advierte. Siempre cíclico, siempre el cliché latino y siempre la promesa de tiempo y el humo de los años que aún quedan por cumplir.
El individuo es caduco y débil. Se abastece de engaños para sortear su propio destino. Encarece la dignidad con su ridículo de intentar aprisionar a la juventud y engañar a las agujas que se citan una vez a la hora. Se niega a aceptar lo dispuesto, a marcharse para dejar lugar a aquellos que cómo él también rehuirán de acatar el sino del ser humano. Repitió, repite y repetirá.
La vida humana como parte de la secuencia que compone este tiempo. Un concepto sin principio ni fin conocido. Una estructura que oprime el disfrute como pago a la organización ordenada de la secuencia absoluta entre pasado, presente y futuro; pero que no logra satisfacer la escena del hombre.
Una división tripartita que invita al contemporáneo a pensar que todo tiempo pasado fue mejor, que su circunstancia le supera y que en otro contexto histórico su existir sería más sencillo. Una reflexión que a su vez sus predecesores también pronunciaron y los que están por venir pronunciarán.
Una noción de que un periodo de tiempo diferente, es mejor que el que estamos viviendo. Es una falla en la imaginación romántica de esas personas, que encuentrandifícil lidiar con el presente”. Woody Allen en Midnight in Paris.