Me
evaporaré. Me disipé en el otoño tardío de aquel año en el que decidimos
odiarnos. La realidad me obtusa y el
pasado avanza abriéndose camino a base de engullir los pocos sueños que me
quedan. Logré recomponerme de ti pero nadie me garantizó que no habría
recaídas. Como siempre, noviembre ha terminado y ya sabes lo que significa.
Con los labios apestillados lucho por retener las lágrimas en los ojos. Mi desdicha acompaña a la débil sombra que el sol de diciembre proyecta sobre el asfalto de esta ciudad. La que nos separó, en la que te traicioné y la que me recuerda a diario que nuestros días finalizaron años atrás cuando decidí no volver, no por ti, no por ellos, sino por mí.
Con los labios apestillados lucho por retener las lágrimas en los ojos. Mi desdicha acompaña a la débil sombra que el sol de diciembre proyecta sobre el asfalto de esta ciudad. La que nos separó, en la que te traicioné y la que me recuerda a diario que nuestros días finalizaron años atrás cuando decidí no volver, no por ti, no por ellos, sino por mí.
Mientras
tanto tú has aprendido a sonreír en las fotografías como tu madre aconsejaba. Has
evolucionado, desafías tu reflejo y
continúas apostando por lo que siempre creíste. Me has vencido y ojalá no fuera cierto. Aún podría
recuperarte.
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